Ha salido el Sol

Los cuentos nos ayudan desde niños a imaginar, soñar, disfrutar y aprender. Nos hacen protagonistas poniéndonos en la piel de sus personajes o simplemente jueces de lo que ocurre. Sin duda nos hacen volar la imaginación y aprender de una forma sencilla y práctica implicándonos casi sin darnos cuenta en una historia que parece ser nuestra.

Quiero enseñaros un cuento que escribí hace unos años. ¡Recordad! que todo muro, por muy alto, duro y difícil de saltar que parezca, puede hacerse pequeño si tenemos las herramientas y la valentía de querer saltarlo.

No os cuento más, saquen sus propias conclusiones porque “Hoy ha salido el Sol”

HA SALIDO EL SOL

   Tavo era un hombre inocente e introvertido le costaba relacionarse con sus semejantes, no creía amar ni querer nada.  Creía que  la  soledad era la mejor forma de vida. Tavo nunca dormía de noche, empezaba a cerrar sus ojos cuando salía el sol. Pero mientras todos dormían, él leía, escuchaba música, veía películas, tocaba el piano y  de tanto en tanto también paseaba por las calles vacías de su ciudad, sabía que nadie le molestaría que estaría solo siempre. Quien le conoció desconocía su mundo interior y su vida a la luz de las estrellas la cual  creía tan o más intensa y apasionante que la de muchos otros. Nadie sabía que le llevo a esa situación.  Pocos sabían de él.

Eran las cuatro de la madrugada y una vez más inició su ritual, se asomó al balcón seguidamente preparó su ropa ordenadamente sobre la cama con el calzado correspondiente, se desnudó y acto seguido  inició su ducha para luego salir a la calle……Esta noche parecía distinta, aunque él ni nadie lo sabía.

Mientras caminaba intentaba no pensar pero era imposible controlar sus pensamientos y todas aquellas preguntas que invadían su cabeza ¿Qué sería de mi sin la noche? ¿Quién habitará tras todas estas ventanas? ¿Qué me trajo hasta aquí? ¿Quién soy yo si nadie me siente? ¿Quién pasó por aquí antes? ¿Qué esperan de mí? ¿Soy capaz de dar algo?………Éstas y muchas otras preguntas corrían por su cabeza pero no, no tenía respuesta o no quería verla, prefería ignorarlo. Pero sí, esta noche como ya dije sería diferente Tavo  tropezó con su mejor amigo: el miedo.

Después de un par de horas dejándose llevar por sus pies cansados decidió retomar el camino a casa  pero al encontrarse frente a ella no era capaz de creer lo que veía. Su casa estaba lapidada  por un muro inmenso de ladrillos que la recubrían completamente sin puerta alguna. No sabía que podía haber pasado, que había sucedido en ese tiempo, quien era el autor de esa obra…… Pero en realidad  le daba igual   solo quería saber el modo  de entrar y  protegerse en ella.

Lo intentó una y otra vez con objetos punzantes, con martillos y taladros de mil formas distintas pero no consiguió hacer ni el más mínimo  agujero en aquel muro que parecía indestructible. Tavo no podía más, eran ya casi las siete de la mañana y la luz ya se adueñaba de la ciudad, las ventanas se abrían, los transeúntes salían a la calle y el silencio ya no era silencio. No sabía que hacer cada vez había más gente pero parecían ignorarle no darse cuenta de lo que sucedía ni siquiera de que él  estaba allí.
 Inspiró profundamente, pensó que una buena forma de deshacerse de ese muro era pidiendo ayuda, que si con su fuerza no podía tal vez con la de otro hombre conseguiría sumar fuerzas. En ese mismo  momento los ladrillos parecieron agrietarse, pero…. ¿Qué estaba pasando? ¿Nadie golpeó?, ¿nadie toco nada? , Octavio parecía asombrado, ya no controlaba nada, ni lo que veía, ni su inseguridad frente la gente…, pero decidió finalmente como había pensado   pedir ayuda a  un hombre que caminaba por allí,  éste amablemente dijo que no podía ayudarle ya que solo veía una bonita casa delante de sus narices. Incrédulo pidió ayuda a más hombres y de igual modo le decían que no veían nada, que no veían ningún muro, pero aun así él   lo veía, y también veía como iba desapareciendo conforme hablaba con aquella gente,  hasta que finalmente no quedó rastro de el.

En ese momento un niño cogió de su mano y con voz alegre le dijo:

No tengas miedo,  ha salido el sol. 

Sergio Lara